Acceso a la educación inicial en zonas rurales y marginadas
Para muchos niños y niñas que viven en zonas rurales y
marginadas, empezar su camino educativo no es tan sencillo como debería ser. En
estos lugares, la educación inicial —ese primer contacto con el aprendizaje, el
juego y la socialización— suele estar llena de obstáculos. A veces no hay
jardines infantiles cerca, otras veces no hay maestras ni materiales, o
simplemente el trayecto hasta la escuela es tan largo y difícil que se vuelve
imposible. En muchos casos, ni siquiera se reconoce cuánto puede cambiar la
vida de un niño o una niña si tiene la oportunidad de aprender desde los
primeros años.
Esta realidad duele porque sabemos que la educación en
la primera infancia no es un lujo, sino una necesidad. Es el momento en que se
sientan las bases del desarrollo emocional, cognitivo y social. Cuando se les
niega esta oportunidad a los niños de contextos vulnerables, se les arrebata
también parte de su futuro, perpetuando la pobreza y la desigualdad.
Por eso, es urgente que las decisiones que se tomen
desde el gobierno miren con sensibilidad y compromiso estos territorios. Se
necesitan políticas que comprendan las realidades rurales, que escuchen a las
comunidades y que ofrezcan soluciones cercanas, creativas y respetuosas de su
cultura. Garantizar el acceso, pero también asegurar la calidad y la
continuidad de la educación desde la primera infancia, es una deuda pendiente
que no podemos seguir aplazando.
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